Historia De La Romana.- Del viejo Mercado Municipal tengo recuerdos imborrables en mi memoria. Del espacio abierto frente a la Ferretería Romana de Ulises Flaquer, donde era quemado el Judas cada Sábado de Gloria a las 10 de la mañana y donde tenía lugar el Palo Encebao en las fiestas patronales.
Donde habían varias argollas de hierro para amarrar burros, caballos y mulos que cargaban alimentos variados para vender allí y donde mas tarde establecería el bar «Las Tres T» Tomasito Martinez.
Del reguero de víveres en pleno suelo en la calle del norte y las pilas de naranjas (chinas) vendidas por docenas o cientos (y las agrias no se pagan), de los rejones vendiendo gallos y gallinas en pié al ojo, a 30 o 35 centavos según el tamaño, las mesitas con huevos a dos cheles la unidad, a 3 por 5, a 8 la docena y a chele los chasqueados.
Al frente los almacenes de Negro Florencio y Amable Castillo, una sala de billar, la sastrería de Sansur y el colmado El Pescado de Amador Pons en la esquina.
En la nave interior del mercado las casetas de carnicería y ventas de pescado y las mesetas de ají, tomate, orégano y demás hierbas para sazonar, otras con guayos, pilones, anafres, coladoras de café y cuantas vainas imaginables para uso del hogar, otras con hojas para tes y baños, otras con jengibre, otra con cuadros de santos, en un rincón Papín el sombrerero y al lado el flaco que reparaba sombrillas y paraguas.
En otra ala estaban las fondas con su menú variado de mondongo, sopa, sancocho, bacalao y la estelar bandera dominicana, con el económico «por arriba» de concón, habichuela y salsa. Al oeste y frente al almacén de Hilari estaba la hilera de fritura con Laita y Ramona en mis recuerdos y aquellos bacalaitos, arepitas, empanadillas, bofe, chicharrón , longaniza, morcilla y demás exquisiteces.
En la parte sur había una o dos casetas a manera de » barras» que ofrecían unos vasos gigantes de leche batida con vainilla y espolvoreados arriba con canela por cinco cheles, eso se combinaba con un ajoga guardia, conconete, masita o borracho y resuelto desayuno o cena.
Había en esa ala también un par de colmaditos y allí se estableció El 5 y 10, primera quincallería de La Romana, propiedad de Rafael Solano.
En aquel reperpero citadino hay que incluir los carretilleros y carreteros que se la buscaban acarreando compras a ventorrillos, colmaditos y casas de familia igual que billeteros y quinieleros que se apostaban en los alrededores.
Esa estampa de principios de los años 50 quedaría trunca sin colocar en la esquina el colmado de los chinos Jacui y Fermín.
Con el tiempo el mercado fue ampliado, cambió esta característica y a su alrededor surgieron otros negocios desapareciendo otros
Por: Rafelito Torres
Fuente: La Romana Calle Arriba Calle Abajo
Fotografía: Rafael Mariano