La Romana.- El 29 de febrero, un día que solo aparece cada cuatro años, marca la singularidad de los años bisiestos. La razón detrás de este fenómeno se remonta al calendario juliano, introducido por Julio César en el año 46 a.C.
En su esfuerzo por seguir el tiempo y las estaciones, Julio César agregó un día extra al mes de febrero cada cuatro años.
La lógica detrás de esta decisión se basa en el hecho de que un año solar, el tiempo que la Tierra tarda en orbitar alrededor del sol, es un poco menos de 365.25 días.
Con el calendario juliano, la adición de un día bisiesto cada cuatro años buscaba compensar este desajuste, garantizando que el calendario estuviera alineado con las estaciones.
Sin embargo, el calendario juliano no era perfecto y generaba un desfase de aproximadamente un día cada 128 años con respecto al año solar.
Para corregir esta imprecisión, el papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano en 1582. España y Portugal fueron los primeros en adoptar este nuevo sistema.
El calendario gregoriano estableció reglas más precisas para determinar los años bisiestos. Un año se considera bisiesto si es divisible por 4, excepto si termina en «00», a menos que también sea divisible por 400. Por ejemplo, el año 2000 fue bisiesto (divisible por 4, 100 y 400), mientras que el año 1900 no cumplió con estas condiciones.
A pesar de estas mejoras, el calendario gregoriano aún presenta una ligera imprecisión en relación con el año solar. La regla actualizada redujo el desajuste a solo un día cada 3324 años, en comparación con el calendario juliano, que generaba un desfase de un día cada 128 años.
A pesar de estas sutilezas calendáricas, el 29 de febrero sigue siendo una peculiaridad que nos recuerda la complejidad de medir el tiempo y sincronizar los calendarios con los movimientos celestiales.
Por: Abrahan Nuñez
Fuente: Diario AS