La Romana.- En el tejido urbano de nuestra ciudad, hay lugares que se convierten en testigos silenciosos de historias y vivencias que perduran en el corazón de la comunidad.
La casa ubicada en el #83 de la calle Castillo Márquez, entre la Luperón y la Héctor René Gil, es uno de esos lugares que dejaron una huella imborrable en la memoria colectiva.
Construida con madera y dos pisos, esta residencia era un referente arquitectónico no muy común en nuestro pueblo. Su presencia destacaba entre las demás, convirtiéndose en un símbolo reconocido por muchos.
La ubicación exacta, en los frentes de lo que hoy conocemos como Muebles del Este, le otorgaba un lugar privilegiado en el corazón de la ciudad.
La segunda foto que acompaña este relato nos transporta a la figura de José María, una persona que todos recordamos con cariño. En el barrio, esta casa era conocida simplemente como «la casa de José María».
A través de los años, ha quedado grabada en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de conocerla y compartir momentos especiales en su entorno.
Esta casa no solo era una estructura física, sino un espacio lleno de historias, risas, y tal vez algunas lágrimas. Sus paredes, de madera gastada por el tiempo, resguardaban secretos y alegrías que solo aquellos que fueron parte de su historia pueden comprender plenamente.
Hoy, al evocar la imagen de la casa de José María, nos sumergimos en la nostalgia de un tiempo pasado. Recordamos la sensación de comunidad, la cercanía entre vecinos, y la simpleza de la vida en ese entonces.
Este pequeño rincón de nuestra ciudad es parte de la rica narrativa que forma nuestra identidad.
A medida que avanzamos hacia el futuro, es fundamental recordar y preservar estos lugares emblemáticos que han contribuido a la construcción de nuestra historia local.
La casa de José María sigue viva en el recuerdo colectivo, recordándonos la importancia de honrar nuestro pasado y las personas que dejaron su huella en el camino.
Por: Abrahan Nuñez
Fuente: La Romana Calle Arriba Calle Abajo
